ISAÍAS EL PROFETA DE LA ESPERANZA
CUÁNDO
VIVE
El profeta Isaías vivió entre los años 760 y 701
a.C. De familia dirigente y noble, nació y vivió siempre en Jerusalén.
Del libro que vamos a trabajar, solo pertenece a
esta persona del capítulo 1 al 39, el resto de capítulos corresponden a otros
autores y épocas posteriores.
Isaías es el más importante de los profetas por su
personalidad y su mensaje y, dado lo acabado de su lenguaje, representa el
siglo de oro de la literatura hebrea. Así, junto con los profetas Amos, Oseas y
Miqueas, componen la edad de oro de la profecía.
ESTRUCTURA
DEL LIBRO
El libro comprende 66 capítulos y se divide,
normalmente, en tres grandes partes, que corresponden a tres etapas distintas
de la historia de Israel:
1. Proto-Isaías (primer Isaías): abarca los capítulos 1 a 39
y es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen
como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e
Israel (2, 1-12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1-23, 18);
profecías escatológicas (24, 1-27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28,
1-33, 24); y la promesa de la salvación de Israel (34, 1-35, 10). Entre las
profecías destacan las consignadas en los capítulos 7-12. y tienen por tema la
Encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son llamadas también “El Libro de
Emmanuel”.
2.
Deutero-Isaías (segundo Isaías): comprende los capítulos 40 a 55 y tienen un
trasfondo muy distinto. El Pueblo de Israel sufre el Destierro en Babilonia
y el libro proclama una especie de liberación al pueblo exiliado y
desterrado. Los oráculos de este mensaje fueron incorporados al Libro de
Isaías.
3.
Trito-Isaías (tercer Isaías): está formada por los capítulos 56 a 66 y reúne
una colección de oráculos pronunciados por varios profetas de la escuela de
Isaías, cuando el resto de Israel ya había regresado del exilio y trataba de
instalarse en la tierra de sus antepasados.
CONTEXTO
EN EL QUE VIVE
Isaías siempre vivió en Jerusalén y su familia
pertenecía a la clase dirigente, su forma de expresarse, reconoce a Yahvé como
Rey. A nivel internacional el reino Asiria se expandía. En el Pueblo de Israel,
en poco tiempo se suceden 4 reyes y la amenaza Asiria se hace patente. Esta
época coincide con un momento importante la historia del profetismo:
Isaías aparece un poco después de Amós, el primer profeta escritor y es
contemporáneo de Oseas y Miqueas.
LLAMADA-VOCACIÓN
(Is 6) Fue llamado al cargo de profeta en el año
740 a.C. En el momento de su vocación tuvo acceso a una doble experiencia:
la santidad de Dios manifestada en su soberanía y trascendencia y la condición
pecadora de sí mismo y de su pueblo. Él tendrá que profetizar para que se
produzca en encuentro entre un Dios Santo y su pueblo pecador, a través de la
denuncia de los pecados, la conversión y el conocimiento auténtico de Dios.
Tras su llamada tomó rápidamente el pulso a la
situación sociopolítica del país.
EL
CONCEPTO DE DIOS QUE TRANSMITE
El profeta realiza una depuración del concepto de
Dios que tiene su pueblo. Transmite el universalismo de la salvación, la
salvación para todos los pueblos. Transmite también una gran necesidad de
confiar en el Señor
MENSAJE
En su postura política, Isaías recuerda continuamente al pueblo elegido las
promesas de Dios a David, promesas mesiánicas que se realizarán sólo si el
pueblo se mantiene fiel a su fe.
Junto a
la grandeza de Dios y su fidelidad, denuncia las injusticias y resalta las
faltas y miserias de la conducta humana, la indiferencia religiosa, la
confianza en el dinero y en las riquezas políticas. Frente a la santidad de
Dios se encuentra el pecado del Pueblo, a hombre solo le queda reconocerlo,
convertirse y entregarse confiadamente a Dios.
Por otro
lado, Isaías, es el gran profeta del Mesías salvador, descrito primero como un
Rey Pacífico, portador de gran paz y alegría en el pueblo y luego como “Siervo
de Yahvé”.
y son muy importantes sus vaticinios referidos al
pueblo de Israel, los pueblos paganos y los tiempos mesiánicos y escatológicos.
Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor. Por ello, San
jerónimo lo califica como el “Evangelista entre los profetas”.
NUESTRA
VIDA
Una vez hemos aprendido algo del profeta Isaías y
partiendo del texto que se nos ha propuesto en el ver...
Isaías insiste a su pueblo para estrechar la brecha
entre la santidad de Dios y el pecado de su Pueblo. Isaías es un profeta que
transmite Esperanza.
¿Cómo vivimos nosotros? ¿con indiferencia y con
pasividad? ¿ante qué situaciones me muestro pasivo, o me quedo como espectador
con los brazos cruzados? ¿Mi postura en la vida es bostezar y dormitar?
¿Cuál sería la actitud profética?
Juan Bautista
Origen de la fiesta
La Iglesia celebra normalmente la
fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día
de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se
celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el
vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima
Isabel, según el Evangelio.
Esta fiesta conmemora el nacimiento
"terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del
Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a
quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o
sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la
Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.
El nacimiento de Juan Bautista
Isabel, la prima de la Virgen María
estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y
esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían
tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con
la ley de Dios.
Un día, un ángel del Señor se le
apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel
Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y
le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces
el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo
esto sucediera. Y así fue.
La Virgen María, al enterarse de la
noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel
oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de
los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen
María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada,
pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.
El ángel había encargado a Zacarías
ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y
lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel". Juan
creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del
Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río
Jordán.
La predicación de Juan Bautista
Juan Bautista es el Precursor, es
decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto,
es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del
Salvador. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y
se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de
Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río
Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres
tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba
cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los
pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo
mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo
constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de
preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el
arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida. Juan reconoció a Jesús
al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los
cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo
amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero
de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser
digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía
disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos. Fue testigo de la verdad hasta su muerte.
Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en
realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba
matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La
hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su
padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le
pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento
hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.
¿Qué nos enseña la vida de Juan
Bautista? Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el
día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su
palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra
palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el
Papa Juan Pablo II. Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y
como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía
todos los días. Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados
y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión. Podemos
atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de
manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía
El examen de conciencia diario ayuda a
la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante
Dios y ante los demás.
Miqueas:
El profeta que anunció
el nacimiento del Salvador
El Evangelio de Mateo (Cap. 2) nos cuenta la
historia de los Magos de Oriente, que se dirigieron a Jerusalén, guiados por
una "estrella". Ellos buscaron en el lujoso Palacio de Herodes el
lugar de residencia del Mesías naciente, que la estrella anunciaba. Pero Cristo
no estaba allí.
Los sabios escribas y estudiosos de la Escritura, citan entonces ante los
magos una profecía del profeta Miqueas que dice: "Y tú Belén
Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me nacerá, el
que debe gobernar Israel: sus orígenes se remontarán al pasado, a un tiempo
inmemorial. Por eso el Señor los abandonará, hasta el momento en que la que
debe ser madre, dé a luz a su hijo. Entonces el resto de sus hermanos volverá junto
a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los pastoreará con el poder de Yavé,
con la majestad del nombre de Yavé, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque
Él se hará grande, hasta los confines de la Tierra. Él mismo será la
paz." (Miqueas 5,1-4).
Uno
podría llegar a pensar que ante una profecía tan clara como ésta, los doctores
de la Ley se habrían dirigido con los magos de Oriente a ver al niño.
En
lugar de eso se quedaron en el palacio de Herodes, que planeó usar a los Magos
como instrumento para eliminar al niño.
Todos
entendieron el pasaje en términos de poder y de conquista política, no lo
comprendieron ni siquiera como lo entendía el propio Miqueas, y en lugar de
elegir la sencillez, el amor y la humildad de Dios, eligieron el poder, la prepotencia y la
brutalidad de Herodes.
¿Pero
quién era Miqueas, cuyas palabras tan llenas de esperanza nos llegan todavía
hoy y son leídas en el tiempo de Adviento para prepararnos a la Navidad del
Señor?
¿Quién era
Miqueas?
Era
un profeta al que no hay que confundir con otro que es mencionado en el libro
de los Reyes, Miqueas el hijo de Yimla, y que aunque era profeta cortesano, el
rey Ajab encarceló porque no le decía lo que él quería escuchar (1 Re 22).
Ese
Miqueas era del norte de Israel, en cambio, el Miqueas que escribió el libro
que lleva su nombre, era del sur, y del Reino de Judá. Era de la localidad de
Moreset, cercana a la ciudad de Hebrón. Fue posiblemente contemporáneo de
Isaías, el hijo de Amós, y profetizó en los reinados de Ajaz y de Ezequías, pudiendo
ser testigo de la destrucción del Reino de Israel y de la invasión de
Senaquerib que casi acaba también con el Reino de Judá durante el reinado de
Ezequías (740 a.C.).
No
sabemos mucho acerca de Miqueas ni sabemos en qué circunstancias fue llamado al
servicio de Dios, y está claro que el libro es una colección de mensajes u
oráculos del profeta, compilados por sus discípulos que le dieron una forma
definitiva hacia el año 538 a.C., cuando los sobrevivientes del Reino de Judá
que había sido conquistado por los babilonios, vuelven a Palestina tras la
liberación a manos del rey Ciro, el persa, que les permite volver a su Patria.
Esto no quiere decir que los escritos no hayan sido compuestos por el profeta,
y los comentaristas creen que este hermoso oráculo mesiánico del capítulo 5,
que nos anuncia tan clara y
hermosa-mente el nacimiento de Jesús fue hecho por el profeta, que había vivido mucho antes y que
probablemente no sobrevivió al Destierro.
La
esperanza del
que no ve pero cree.
Lo
que veía Miqueas no daba para anunciar la esperanza, sin embargo él es un
creyente que sabe ver más allá de lo visible.
Él
vio mucha muerte y destrucción, y donde muchos veían el fin definitivo de
Israel, él vio una purificación.
Miqueas
interpreta el destierro, como un castigo merecido por Israel a causa de la
infidelidad a sus mandamientos. Así el profeta en un hermoso pasaje, hace
hablar a Yavé que llama a juicio a su pueblo, y le pide que le responda. Porque
Yavé sólo le ha dado protección y bienes, pero Israel le ha vuelto la espalda
con una gran ingratitud.
"Escuchen
ahora lo que dice Yavé. Escuchen los montes, y oigan las colinas su voz
poderosa. Porque Yavé tiene pleito con su Pueblo, y se querella contra Israel.
Pueblo
mío, ¿qué te he hecho? Respóndeme. ¿En qué te he molestado?
¿Acaso
te querellas conmigo porque te hice salir del país de Egipto, y te liberé de la
casa de la servidumbre? ¿Acaso fue porque mandé delante de ti a Moisés, Aarón y
María para que te llevaran a tu tierra?" (Miqueas
6, 1-4).
Esta
conmovedora queja sirvió de base al cántico llamado de los improperios, que es
una queja del Señor a causa de la muerte de su Hijo Jesús, que leemos el
Viernes Santo. Dios no ha tratado mal a Israel, sino que lo ha defendido.
Miqueas ve el destierro como la consecuencia de las acciones de Israel que se
ha apartado de Dios.
El
responsable de la ruina del pueblo no es el Señor, sino los jefes y gobernantes
de Israel que se han apartado de Dios y de su alianza (ver Miqueas 3,9-12).
La esperanza no
decae
Pero
Miqueas no es un profeta anunciador de desgracias y calamidades sino que proclama la esperanza. Lo hace porque es un hombre de fe, cuya mirada sobre
la historia no es limitada por el cinismo y escepticismo de los oportunistas e
injustos.
Dios
no abandonará a su Pueblo, sólo lo hará
pasar por un baño de humildad. Así, el sufrimiento de Israel lo purificará y el
Señor lo perdonará y bendecirá.
"Sucederá
en días futuros, que el Monte de la Casa de Yavé, se asentará sobre todos los
montes de la tierra. Se alzará sobre todas las colinas. Y todos los pueblos
acudirán a Él. Todos dirán: "Vengan, subamos al monte de Yavé, y a la Casa
del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nos muestre sus
senderos. Pues de Jerusalén saldrá la Ley, y de Sión la Palabra del Señor.
Él
juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a las naciones poderosas, ellas
harán de sus espadas azadones, y transformarán sus lanzas en podaderas. Ya no
levantará más la espada, nación contra nación, ni se adiestrarán más para la
guerra" (Miqueas 4,1-3).
¡Qué
hermosa profecía! ¿Se ha cumplido? En parte, pues el mensaje de Jesús, se
predicó primero en Jerusalén y luego a otras naciones. No han cesado aún las
guerras pero muchos pueblos, gracias al mensaje
del Salvador cuyo nacimiento
anunció este profeta, empiezan a tomar conciencia del valor y la dignidad de cada persona.
Porque
si Dios se hizo hombre: ¿no es el ser humano lo más valioso ante el Señor?
La
fiesta de la Navidad que Miqueas anuncia nos habla de la paz que el Señor viene
a traernos, y nos invita a descubrir en cada hombre, mujer y niño de este
mundo, sobre todo si es pobre y humilde, el rostro misericordioso de nuestro
Dios.
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