viernes, 21 de julio de 2017

LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS

Primeros Cristianos: ¿Cómo vivían?
La expansión del Cristianismo en el mundo antiguo se acomodó a las estructuras y modos de vida propios de la sociedad romana.


Por: . | Fuente: www.primeroscristianos.com 


La expansión del Cristianismo en el mundo antiguo se acomodó a las estructuras y modos de vida propios de la sociedad romana. Examinadas ya la progresiva realización del principio de universalidad cristiana y las relaciones entre la Iglesia y el Imperio pagano, procede ahora exponer los principales aspectos de la vida interna de las cristiandades: su composición social y jerárquica, el gobierno pastoral, la doctrina, la disciplina, el culto litúrgico, etc.

La Roma clásica promovió por doquier, con deliberado propósito, la difusión de la vida urbana: municipios y colonias surgieron en gran número por todas las provincias de un Imperio para el cual urbanización era sinónimo de romanización. El Cristianismo nació en este contexto histórico y las ciudades fueron sede de las primeras comunidades, que constituyeron en ellas iglesias locales. Las comunidades cristianas estaban rodeadas de un entorno pagano hostil, que favorecía su cohesión interna y la solidaridad entre sus miembros. Pero esas iglesias no fueron núcleos perdidos y aislados: la comunión y la comunicación entre ellas era real y todas tenían un vivo sentido de hallarse integradas en una misma Iglesia universal, la única Iglesia fundada por Jesucristo.

1.VIDA DE SANTIDAD
“Observan exactamente los mandamientos de Dios, viviendo santa y justamente, así como el Señor Dios les ha mandado; le rinden gracias cada mañana y cada tarde, por cada comida o bebida y todo otro bien... ". (ARISTIDES, Siglo II, La Apología) 

“En los cristianos se da un sabio dominio de sí mismos, se practica la continencia, se observa el matrimonio único, la castidad es custodiada, la injusticia es excluida, la piedad es apreciada con lo hechos. Dios es reconocido, la verdad es considerada norma suprema”. (SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA, Libros a Autólico, Siglo II) 


2. ENTREGA A LOS DEMÁS
“Socorren a quienes los ofenden, haciendo que se vuelvan amigos suyos; hacen bien a los enemigos. No adoran dioses extranjeros; son dulces, buenos, pudorosos, sinceros y se aman entre sí; no desprecian a la viuda; salvan al huérfano; el que posee da, sin esperar nada a cambio, al que no posee. Cuando ven forasteros, los hacen entrar en casa y se gozan de ello, reconociendo en ellos verdaderos hermanos, ya que así llaman no a los que lo son según la carne, sino a los que lo son según el alma.

Cuando muere un pobre, si se enteran, contribuyen a sus funerales según los recursos que tengan; si vienen a saber que algunos son perseguidos o encarcelados o condenados por el nombre de Cristo, ponen en común sus limosnas y les envían aquello que necesitan, y si pueden, los liberan; si hay un esclavo o un pobre que deba ser socorrido, ayunan dos o tres días, y el alimento que habían preparado para sí se lo envían, estimando que él también tiene que gozar, habiendo sido como ellos llamado a la dicha”. (ARISTIDES, Siglo II, La Apología) 


3. EUCARISTÍA 
En uno de los primeros textos cristianos, San Justino explica cómo se celebraba la eucaristía en los primeros tiempos.

“El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo.

Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los Profetas.

Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas.

Luego nos levantamos y oramos por nosotros... y por todos los demás dondequiera que estén, a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar la salvación eterna.

Luego se lleva al que preside el pan y una copa con vino y agua mezclados.

El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones.

Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo ha respondido “amén”, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes el pan y el vino “eucaristizados”. (SAN JUSTINO, Carta a Antonino Pío, Emperador, año 155)


“A nadie le es lícito participar en la Eucaristía, si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó.


Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.

Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias dijo: “Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo”.Y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: “Esta es mi sangre”, dándoselo a ellos solos. Desde entonces seguimos recordándonos unos a otros estas cosas. Y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de otros que no los tienen y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo”. (SAN JUSTINO, Carta a Antonino Pío, Emperador, año 155)


4. DIMENSIÓN DEL TRABAJO
Los primeros cristianos tuvieron muy presente el testimonio de Cristo con su vida de trabajo, ya que “fue considerado como carpintero, y fue así que obras de este oficio fabricó mientras estaba entre los hombres, enseñando por ellas los símbolos de la justicia, y lo que es una vida de trabajo” (JUSTINO, Diálogo con Tritón). 

Al proyectarse el mensaje cristiano sobre aquella estructura laboral, el trabajo aún el peor cualificado, adquiere una dimensión nueva en Cristo (cfr. Ef. 6,7). La dimensión sobrenatural del trabajo será como un incentivo divino que superará con mucho el impacto de los condicionamientos sociales, pero sin violencias ni rebeliones. El trabajo tenía para los primeros cristianos un valor de signo distintivo entre el verdadero creyente y el falso hermano, así como una manera delicada de vivir la caridad para no ser gravoso a ningún hermano (cfr. 2 Thes 3,8). (cfr. Enciclopedia GER, Cristianos, Primeros II, Espiritualidad)


5. JERARQUÍA Y UNIDAD DE LA IGLESIA PRIMITIVA
Muchas iglesias del siglo I fueron fundadas por los Apóstoles y, mientras éstos vivieron, permanecieron bajo su autoridad superior, dirigidas por un «colegio» de presbíteros que ordenaba su vida litúrgica y disciplinar. Este régimen puede atestiguarse especialmente en las iglesias «paulinas», fundadas por el Apóstol de las Gentes. Pero a medida que los Apóstoles desaparecieron, se generalizó en todas partes el episcopado local monárquico, que ya se había introducido desde un primer momento en otras iglesias particulares. El obispo era el jefe de la iglesia, pastor de los fieles y, en cuanto sucesor de los Apóstoles, poseía la plenitud del sacerdocio y la potestad necesaria para el gobierno de la comunidad.

La clave de la unidad de las iglesias dispersas por el orbe, que las integraba en una sola Iglesia universal, fue la institu­ción del Primado romano. Cristo, Fundador de la Iglesia —tal como se recordó en otro lugar—, escogió al Apóstol Pedro como la roca firme sobre la que habría de asentarse la Iglesia. Pero el Primado conferido por Cristo a Pedro no era, de nin­gún modo, una institución efímera y circunstancial, destinada a extinguirse con la vida del Apóstol. Era una institución per­manente, prenda de la perennidad de la Iglesia y válida hasta el fin de los tiempos.

Pedro fue el primer obispo de Roma, y sus sucesores en la Cátedra romana fueron también sucesores en la prerrogativa del Primado, que confirió a la Iglesia la constitución jerárquica, querida para siempre por Jesucristo. La Iglesia romana fue, por tanto —y para todos los tiempos—, centro de unidad de la Iglesia universal.


6. EL EJERCICIO DEL PRIMADO
El ejercicio del Primado romano ha estado lógicamente condicionado, a lo largo de los siglos, por las circunstancias históricas. En épocas de persecución o de difíciles comunicaciones entre los pueblos, aquel ejercicio fue menos fácil e intenso que en otros momentos más propicios. Pero la historia permite documentar, desde la primera hora, tanto el reconocimiento por las demás iglesias de la preeminencia que correspondía a la Iglesia romana, como la conciencia que los obispos de Roma tenían de su Primacía sobre la Iglesia universal.

A principios del siglo II, San Ignacio, obispo de Antioquía, escribía que la Iglesia romana es la Iglesia «puesta a la cabeza de la caridad», atribuyéndole así un derecho de supremacía eclesiástica universal. Para San Ireneo de Lyon, en su tratado «Contra las herejías» (a. 185), la Iglesia de Roma gozaba de una singular preeminencia y era criterio seguro para el cono­cimiento de la verdadera doctrina de la fe.

De la conciencia que tenían los obispos de Roma de poseer el Primado sobre la Iglesia universal ha quedado un testimonio insigne, que se remonta al siglo I. A raíz de un grave problema interno, surgido en el seno de la comunidad cristiana de Corinto, el papa Clemente I intervino de modo autoritario. La carta escrita por el Papa, prescribiendo aquello que procedía hacer y exigiendo obediencia a sus mandatos, constituye una clara prueba de la conciencia que tenía de su potestad primacial; y no es menos significativa la respetuosa y dócil acogida dispensada por la iglesia de Corinto a la intervención pontificia


7. ESTRUCTURA DE LAS COMUNIDADES PALEOCRISTIANAS 
La estructura interna de las comunidades cristianas era jerárquica. El obispo —jefe de la iglesia local— estaba asistido por el clero, cuyos grados superiores —los órdenes de los presbíteros y los diáconos— eran, como el episcopado, de institución divina. Clérigos menores, asignados a determinadas funciones eclesiásticas, aparecieron en el curso de estos siglos. Los fieles que integraban el Pueblo de Dios eran en su inmensa mayoría cristianos corrientes, pero los había también que se distinguían por una u otra razón.

En la edad apostólica hubo numerosos carismáticos, cristianos que para servicio de la Iglesia recibieron dones extraordinarios del Espíritu Santo. Los carismáticos cumplieron una importante función en la Iglesia primitiva, pero constituían un fenómeno transitorio que se extinguió prácticamente en el primer siglo de la Era cristiana. Mientras duró la época de las persecuciones, gozaron de un especial prestigio los «confesores de la fe», llamados así porque habían «confesado» su fe como los mártires, aunque sobrevivieran a sus prisiones y tormentos.

Todavía procede señalar otros fieles cristianos, cuya vida o ministerios les conferían una particular condición en el seno de las iglesias: las viudas, que desde los tiempos apostólicos formaban un «orden» y atendían a ministerios con mujeres; y los ascetas y las vírgenes, que abrazaban el celibato «por amor del Reino de los Cielos» y constituían —en palabras de San Cipriano— «la porción más gloriosa del rebaño de Cristo».

8. APOLOGÍA DEL CRISTIANISMO PRIMITIVO
Los primeros cristianos sufrieron la dura prueba externa de las persecuciones; internamente, la Iglesia hubo de afrontar otra prueba no menos importante: la defensa de la verdad frente a corrientes ideológicas que trataron de desvirtuar los dogmas fundamentales de la fe cristiana. Las antiguas herejías —que así se llamó a esas corrientes de ideas— pueden dividirse en tres distintos grupos. De una parte, existió un Judeo-cristianismo herético, negador de la divinidad de Jesucristo y de la eficacia redentora de su Muerte, para el cual la misión mesiánica de Jesús habría sido la de llevar el Judaismo a su perfección, por la plena observancia de la Ley.

Un segundo grupo de herejías —de más tardía aparición— se caracterizó por su fanático rigorismo moral, estimulado por la creencia en un inminente fin de los tiempos. En el siglo II, la más conocida de estas herejías fue el Montanismo, aunque en el África latina, de principios del siglo IV, el extremismo rigorista sería todavía uno de los componentes del Donatísmo.

Pero la mayor amenaza que hubo de afrontar la Iglesia cristiana durante la edad de los mártires fue, sin duda, la herejía gnóstica. El Gnosticismo era una gran corriente ideológica tendente al sincretismo religioso, muy de moda en los siglos finales de la Antigüedad. El Gnosticismo —que constituía una verdadera escuela intelectual— se presentaba como una sabiduría superior, al alcance sólo de una minoría de «iniciados». Ante el Cristianismo su propósito fue desvirtuar las verdades de la fe, presentando las doctrinas gnósticas como la expresión de la tradición cristiana más sublime, que Cristo habría reservado para sus discípulos más íntimos. El representante más notable del Gnosticismo cristiano fue Marción. La Iglesia reaccionó con entereza y los Padres Apostólicos demostraron la absoluta incompatibilidad existente entre Cristianismo y Gnosticismo.

martes, 2 de mayo de 2017

LOS PROFETAS

ISAÍAS EL PROFETA DE LA ESPERANZA
CUÁNDO VIVE
El profeta Isaías vivió entre los años 760 y 701 a.C. De familia  dirigente y noble, nació y vivió siempre en Jerusalén.
Del libro que vamos a trabajar, solo pertenece a esta persona del capítulo 1 al 39, el resto de capítulos corresponden a otros autores y épocas posteriores.
Isaías es el más importante de los profetas por su personalidad y su mensaje y, dado lo acabado de su lenguaje, representa el siglo de oro de la literatura hebrea. Así, junto con los profetas Amos, Oseas y Miqueas, componen la edad de oro de la profecía.
ESTRUCTURA DEL LIBRO
El libro comprende 66 capítulos y se divide, normalmente, en tres grandes partes, que corresponden a tres etapas distintas de la historia de Israel:
1.   Proto-Isaías (primer Isaías): abarca los capítulos 1 a 39 y es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1-12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1-23, 18); profecías escatológicas (24, 1-27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1-33, 24); y la promesa de la salvación de Israel (34, 1-35, 10). Entre las profecías destacan las consignadas en los capítulos 7-12. y tienen por tema la Encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son llamadas también “El Libro de Emmanuel”.
2.   Deutero-Isaías (segundo Isaías): comprende los capítulos 40 a 55 y tienen un trasfondo muy distinto. El Pueblo de Israel sufre el Destierro en Babilonia y  el libro proclama una especie de liberación al pueblo exiliado y desterrado. Los oráculos de este mensaje fueron incorporados al Libro de Isaías.
3.   Trito-Isaías (tercer Isaías): está formada por los capítulos 56 a 66 y reúne una colección de oráculos pronunciados por varios profetas de la escuela de Isaías, cuando el resto de Israel ya había regresado del exilio y trataba de instalarse en la tierra de sus antepasados.
CONTEXTO EN EL QUE VIVE
Isaías siempre vivió en Jerusalén y su familia pertenecía a la clase dirigente, su forma de expresarse, reconoce a Yahvé como Rey. A nivel internacional el reino Asiria se expandía. En el Pueblo de Israel, en poco tiempo se suceden 4 reyes y la amenaza Asiria se hace patente. Esta época coincide con un momento importante la historia del profetismo: Isaías  aparece un poco después de Amós, el primer profeta escritor y es contemporáneo de Oseas y Miqueas.
LLAMADA-VOCACIÓN
(Is 6) Fue llamado al cargo de profeta en el año 740 a.C.  En el momento de su vocación tuvo acceso a una doble experiencia: la santidad de Dios manifestada en su soberanía y trascendencia y la condición pecadora de sí mismo y de su pueblo. Él tendrá que profetizar para que se produzca en encuentro entre un Dios Santo y su pueblo pecador, a través de la denuncia de los pecados, la conversión y el conocimiento auténtico de Dios.
Tras su llamada tomó rápidamente el pulso a la situación sociopolítica del país.


EL CONCEPTO DE DIOS QUE TRANSMITE
El profeta realiza una depuración del concepto de Dios que tiene su pueblo. Transmite el universalismo de la salvación, la salvación para todos los pueblos. Transmite también una  gran necesidad de confiar en el Señor
MENSAJE
        En su postura política, Isaías recuerda continuamente al pueblo elegido las promesas de Dios a David, promesas mesiánicas que se realizarán sólo si el pueblo se mantiene fiel a su fe.
        Junto a la grandeza de Dios y su fidelidad, denuncia las injusticias y resalta las faltas y miserias de la conducta humana, la indiferencia religiosa, la confianza en el dinero y en las riquezas políticas. Frente a la santidad de Dios se encuentra el pecado del Pueblo, a hombre solo le queda reconocerlo, convertirse y entregarse confiadamente a Dios.
        Por otro lado, Isaías, es el gran profeta del Mesías salvador, descrito primero como un Rey Pacífico, portador de gran paz y alegría en el pueblo y luego como “Siervo de Yahvé”.
y son muy importantes sus vaticinios referidos al pueblo de Israel, los pueblos paganos y los tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor. Por ello, San jerónimo lo califica como el “Evangelista entre los profetas”.
NUESTRA VIDA
Una vez hemos aprendido algo del profeta Isaías y partiendo del texto que se nos ha propuesto en el ver...
Isaías insiste a su pueblo para estrechar la brecha entre la santidad de Dios y el pecado de su Pueblo. Isaías es un profeta que transmite Esperanza.
¿Cómo vivimos nosotros? ¿con indiferencia y con pasividad? ¿ante qué situaciones me muestro pasivo, o me quedo como espectador con los brazos cruzados? ¿Mi postura en la vida es bostezar y dormitar? 
¿Cuál sería la actitud profética?


Juan Bautista

Origen de la fiesta
La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos en el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte. En el caso de San Juan Bautista, se hace una excepción y se celebra el día de su nacimiento. San Juan, el Bautista, fue santificado en el vientre de su madre cuando la Virgen María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, según el Evangelio.
Esta fiesta conmemora el nacimiento "terrenal" del Precursor. Es digno de celebrarse el nacimiento del Precursor, ya que es motivo de mucha alegría, para todos los hombres, tener a quien corre delante para anunciar y preparar la próxima llegada del Mesías, o sea, de Jesús. Fue una de las primeras fiestas religiosas y, en ella, la Iglesia nos invita a recordar y a aplicar el mensaje de Juan.
El nacimiento de Juan Bautista
Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios.
Un día, un ángel del Señor se le apareció a Zacarías, quien se sobresaltó y se llenó de miedo. El Árcangel Gabriel le anunció que iban a tener un hijo muy especial, pero Zacarías dudó y le preguntó que cómo sería posible esto si él e Isabel ya eran viejos. Entonces el ángel le contestó que, por haber dudado, se quedaría mudo hasta que todo esto sucediera. Y así fue.
La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel.
El ángel había encargado a Zacarías ponerle por nombre Juan. Con el nacimiento de Juan, Zacarías recupera su voz y lo primero que dice es: "Bendito el Señor, Dios de Israel". Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán.

La predicación de Juan Bautista
Juan Bautista es el Precursor, es decir, el enviado por Dios para prepararle el camino al Salvador. Por lo tanto, es el último profeta, con la misión de anunciar la llegada inmediata del Salvador. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El primer mensaje que daba Juan Bautista era el de reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, hay que reconocer las fallas. El segundo mensaje era el de cambiar la manera de vivir, esto es, el de hacer un esfuerzo constante para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. Esto serviría de preparación para la venida del Salvador. En suma, predicó a los hombres el arrepentimiento de los pecados y la conversión de vida. Juan reconoció a Jesús al pedirle Él que lo bautizara en el Jordán. En ese momento se abrieron los cielos y se escuchó la voz del Padre que decía: "Éste es mi Hijo amado...". Juan dio testimonio de esto diciendo: "Éste es el Cordero de Dios...". Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos.  Fue testigo de la verdad hasta su muerte. Murió por amor a ella. Herodías, la mujer ilegítima de Herodes, pues era en realidad la mujer de su hermano, no quería a Juan el Bautista y deseaba matarlo, ya que Juan repetía a Herodes: "No te es lícito tenerla". La hija de Herodías, en el día de cumpleaños de Herodes, bailó y agradó tanto a su padre que éste juró darle lo que pidiese. Ella, aconsejada por su madre, le pidió la cabeza de Juan el Bautista. Herodes se entristeció, pero, por el juramento hecho, mandó que le cortaran la cabeza de JuanBautista que estaba en la cárcel.
¿Qué nos enseña la vida de Juan Bautista? Nos enseña a cumplir con nuestra misión que adquirimos el día de nuestro bautismo: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia, así como era el Papa Juan Pablo II. Nos enseña a reconocer a Jesús como lo más importante y como la verdad que debemos seguir. Nosotros lo podemos recibir en la Eucaristía todos los días. Nos hace ver la importancia del arrepentimiento de los pecados y cómo debemos acudir con frecuencia al sacramento de la confesión. Podemos atender la llamada de Juan Bautista reconociendo nuestros pecados, cambiando de manera de vivir y recibiendo a Jesús en la Eucaristía
El examen de conciencia diario ayuda a la conversión, ya que con éste estamos revisando nuestro comportamiento ante Dios y ante los demás.



Miqueas: 

El profeta que anunció el nacimiento del Salvador
El Evangelio de Mateo (Cap. 2) nos cuenta la historia de los Magos de Oriente, que se dirigieron a Jerusalén, guiados por una "estrella". Ellos buscaron en el lujoso Palacio de Herodes el lugar de residencia del Mesías naciente, que la estrella anunciaba. Pero Cristo no estaba allí.
Los sabios escribas y estudiosos de la Escritura, citan entonces ante los magos una profecía del profeta Miqueas que dice: "Y tú Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me nacerá, el que debe gobernar Israel: sus orígenes se remontarán al pasado, a un tiempo inmemorial. Por eso el Señor los abandonará, hasta el momento en que la que debe ser madre, dé a luz a su hijo. Entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se mantendrá de pie y los pastoreará con el poder de Yavé, con la majestad del nombre de Yavé, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque Él se hará grande, hasta los confines de la Tierra. Él mismo será la paz." (Miqueas 5,1-4).
Uno podría llegar a pensar que ante una profecía tan clara como ésta, los doctores de la Ley se habrían dirigido con los magos de Oriente a ver al niño.
En lugar de eso se quedaron en el palacio de Herodes, que planeó usar a los Magos como instrumento para eliminar al niño.
Todos entendieron el pasaje en términos de poder y de conquista política, no lo comprendieron ni siquiera como lo entendía el propio Miqueas, y en lugar de elegir la sencillez, el amor y la humildad de Dios, eligieron el poder, la prepotencia y la brutalidad de Herodes.
¿Pero quién era Miqueas, cuyas palabras tan llenas de esperanza nos llegan todavía hoy y son leídas en el tiempo de Adviento para prepararnos a la Navidad del Señor?
¿Quién era Miqueas?
Era un profeta al que no hay que confundir con otro que es mencionado en el libro de los Reyes, Miqueas el hijo de Yimla, y que aunque era profeta cortesano, el rey Ajab encarceló porque no le decía lo que él quería escuchar (1 Re 22).
Ese Miqueas era del norte de Israel, en cambio, el Miqueas que escribió el libro que lleva su nombre, era del sur, y del Reino de Judá. Era de la localidad de Moreset, cercana a la ciudad de Hebrón. Fue posiblemente contemporáneo de Isaías, el hijo de Amós, y profetizó en los reinados de Ajaz y de Ezequías, pudiendo ser testigo de la destrucción del Reino de Israel y de la invasión de Senaquerib que casi acaba también con el Reino de Judá durante el reinado de Ezequías (740 a.C.).
No sabemos mucho acerca de Miqueas ni sabemos en qué circunstancias fue llamado al servicio de Dios, y está claro que el libro es una colección de mensajes u oráculos del profeta, compilados por sus discípulos que le dieron una forma definitiva hacia el año 538 a.C., cuando los sobrevivientes del Reino de Judá que había sido conquistado por los babilonios, vuelven a Palestina tras la liberación a manos del rey Ciro, el persa, que les permite volver a su Patria. Esto no quiere decir que los escritos no hayan sido compuestos por el profeta, y los comentaristas creen que este hermoso oráculo mesiánico del capítulo 5, que nos anuncia tan clara y hermosa-mente el nacimiento de Jesús fue hecho por el profeta, que había vivido mucho antes y que probablemente no sobrevivió al Destierro.
La esperanza del que no ve pero cree.
Lo que veía Miqueas no daba para anunciar la esperanza, sin embargo él es un creyente que sabe ver más allá de lo visible.
Él vio mucha muerte y destrucción, y donde muchos veían el fin definitivo de Israel, él vio una purificación.
Miqueas interpreta el destierro, como un castigo merecido por Israel a causa de la infidelidad a sus mandamientos. Así el profeta en un hermoso pasaje, hace hablar a Yavé que llama a juicio a su pueblo, y le pide que le responda. Porque Yavé sólo le ha dado protección y bienes, pero Israel le ha vuelto la espalda con una gran ingratitud.
"Escuchen ahora lo que dice Yavé. Escuchen los montes, y oigan las colinas su voz poderosa. Porque Yavé tiene pleito con su Pueblo, y se querella contra Israel.
Pueblo mío, ¿qué te he hecho? Respóndeme. ¿En qué te he molestado?
¿Acaso te querellas conmigo porque te hice salir del país de Egipto, y te liberé de la casa de la servidumbre? ¿Acaso fue porque mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María para que te llevaran a tu tierra?" (Miqueas 6, 1-4).
Esta conmovedora queja sirvió de base al cántico llamado de los improperios, que es una queja del Señor a causa de la muerte de su Hijo Jesús, que leemos el Viernes Santo. Dios no ha tratado mal a Israel, sino que lo ha defendido. Miqueas ve el destierro como la consecuencia de las acciones de Israel que se ha apartado de Dios.
El responsable de la ruina del pueblo no es el Señor, sino los jefes y gobernantes de Israel que se han apartado de Dios y de su alianza (ver Miqueas 3,9-12).
La esperanza no decae
Pero Miqueas no es un profeta anunciador de desgracias y calamidades sino que proclama la esperanza. Lo hace porque es un hombre de fe, cuya mirada sobre la historia no es limitada por el cinismo y escepticismo de los oportunistas e injustos.
Dios no abandonará a su Pueblo, sólo lo hará pasar por un baño de humildad. Así, el sufrimiento de Israel lo purificará y el Señor lo perdonará y bendecirá.
"Sucederá en días futuros, que el Monte de la Casa de Yavé, se asentará sobre todos los montes de la tierra. Se alzará sobre todas las colinas. Y todos los pueblos acudirán a Él. Todos dirán: "Vengan, subamos al monte de Yavé, y a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nos muestre sus senderos. Pues de Jerusalén saldrá la Ley, y de Sión la Palabra del Señor.
Él juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a las naciones poderosas, ellas harán de sus espadas azadones, y transformarán sus lanzas en podaderas. Ya no levantará más la espada, nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra" (Miqueas 4,1-3).
¡Qué hermosa profecía! ¿Se ha cumplido? En parte, pues el mensaje de Jesús, se predicó primero en Jerusalén y luego a otras naciones. No han cesado aún las guerras pero muchos pueblos, gracias al mensaje del Salvador cuyo nacimiento anunció este profeta, empiezan a tomar conciencia del valor y la dignidad de cada persona.
Porque si Dios se hizo hombre: ¿no es el ser humano lo más valioso ante el Señor?
La fiesta de la Navidad que Miqueas anuncia nos habla de la paz que el Señor viene a traernos, y nos invita a descubrir en cada hombre, mujer y niño de este mundo, sobre todo si es pobre y humilde, el rostro misericordioso de nuestro Dios.


martes, 31 de enero de 2017

QUIEN SOY YO

·        
Yo :D
Me encanta ser como soy, ya que así, puedo tener mucha mas seguridad en lo que decida, eso si, también reconozco que debo cambiar algunas cosas de mi, para ser mejor ser humano cada día.
Yo debo superarme cada día a mi mismo, saber que no tengo limites para aprender o cumplir mis objetivos, darme cuenta que puedo conseguir lo que desee siempre y cuando lo haga de una buena forma y por el camino correcto, sin tomar atajos ni caminos incorrectos.
Cada día aprendo más de mi, ya que me doy cuenta de que puedo dar más y hacer más cada día, aprendiendo que dependo de mi para realizar algo, y también que solo yo soy el que se pone falsas barreras que no me dejan completar mis metas.
Espero siempre de mi, obtener lo mejor y no rendirme, también pienso en no afectar a nadie cuando busco cumplir mis metas, porque no estoy solo en este mundo, es decir, que debo conseguir mis objetivos sin hacer un mal a nadie, porque no desearía que me hicieran lo mismo.
Entonces todo lo que he escrito puede responder a la pregunta de ¿Quién soy?